domingo, 11 de octubre de 2015

TUNEZ: responsabilidad social y premio Nobel


Era el 17 de diciembre de 2010.  Un joven vendedor ambulante tunecino  esparció sobre su cuerpo una lata de pintura, encendió el líquido que le chorreaba desde la cabeza y comenzó a morir transformado en una antorcha humana.

Mohamed Bouazizi era un joven de 26 años, universitario pero empobrecido. La dramática decisión que tomó fue debida al maltrato de la policía de su ciudad -Sidi Bouzid-   que le quitó el carro con frutas con que se ganaba la vida y le impidió quejarse, argumentando que no tenía un permiso para vender esas mercaderías por las calles.  El joven murió en un hospital 19 días después, a comienzos de enero de 2011.

Este impresionante sacrificio humano fue el detonante de lo que se conoció como la "revolución del jazmín" y que luego se extendió por varios meses con una inesperada participación republicana en buena parte del mundo árabe, aunque con suerte dispar.  "Túnez, sin embargo, ha visto una transición democrática basada en una vibrante sociedad civil que exige respeto a los derechos humanos fundamentales", destacó del comité el Premio Nobel de la Paz 2015, al adjudicárselo al Cuarteto de Diálogo Nacional de Túnez "por su decisiva contribución a crear una democracia plural en Túnez tras la Revolución de los Jazmines en 2011"






Quedaron así sin el Premio todos los que parecían los favoritos: la canciller alemana Angela Merkel, el papa Francisco y los negociadores del proceso de paz en Colombia.

Este cuarteto estaba integrado por el sindicato Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), la patronal de empresarios UTICA, la Liga Tunecina de Derechos Humanos (LTD) y la cámara de abogados.   Esta organización  fue creada en el verano de 2013, cuando el proceso de democratización del país del norte de África se encontraba en peligro de colapso a partir del asesinato de varios políticos del país, lo que desató disturbios sociales.

El Comité de Oslo dice que el Grupo "estableció un proceso político pacífico y alternativo en un momento que el país estaba al borde de la guerra civil" y se convirtió en un "instrumento para posibilitar que Túnez, en el espacio de unos años, estableciera un sistema constitucional de gobierno garantizando los derechos fundamentales de toda la población, sin importar el género, las convicciones políticas o creencias religiosas".

Túnez enfrenta aún muchos otros desafíos políticos, económicos y de seguridad, pero el Comité del Nobel manifestó su esperanza de que el premio pueda contribuir a garantizar el camino democrático del país. El premio debería ser además un "estímulo para todos los que quieren impulsar la paz y la democracia en Oriente Medio, el norte de África y el resto del mundo".

El cuarteto tunecino dio un fuerte mensaje y ejemplo de responsabilidad social frente a políticos y militares que no podían (o no querían) resolver el problema.  Deberán seguir atentos y trabajando, pero su ejemplo será una fuerte referencia en adelante para gobiernos autoritarios que menosprecian a sus sociedades y para que la buena democracia se imponga donde falta.


Ojalá que así sea.


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