“Es un santo aquel que construye su casa, en la que mantiene el fuego,
el ganado, su mujer, sus hijos, buenas parias. Aquel que hace a la tierra
producir el trigo, quien cultiva los frutos del campo, propiamente él cultiva
la pureza” Yasna XXXIII, 2-3 (Zaratrusta, caldeos)
A lo largo de la historia, el concepto de trabajo ha
ocupado distintos lugares en las culturas.
Haciendo un repaso histórico unos 700 años a.c. los poetas
griegos consideraban al trabajo manual como un necesario y justo castigo de los
dioses, siguiendo la línea de tiempo, en la Edad Media , por
ejemplo, es visto (el trabajo) como un medio para cumplir con el deber natural
del hombre y la caridad.
Para los renacentistas el concepto se liga a los albores
del primer mercantilismo y se le suma la consideración humanista dándole la
atribución de actividad creadora.
Más tarde, “los
valores humanistas del Renacimiento y el sentido trascendente del trabajo en la
doctrina calvinista y luterana fueron rebasados por un orden socio-económico
regido por la antropología individualista-posesiva… por una concepción laica
del progreso exaltada por los enciclopedistas franceses , por la prioridad
utilitaria de la producción a gran escala y por la reglamentación impersonal
del contrato de trabajo” (Hopenhayn, 2001)
A principios del siglo XIX la ambivalencia entorno del
trabajo: potencial de señorío y potencial de servidumbre, lo convierte en
posibilidad de autodesarrollo, transformación del entorno y constructor de identidad
pero también en una actividad alienante,
destructora de la identidad personal y fuente de conflicto social. Así a
lo largo de este período pasamos de la alienación del concepto de trabajo al
concepto de alienación del trabajo con Hegel y Marx.
Luego la administración científica introduce el concepto
de “estereotipos” en la selección de personal, además de una serie de
principios bien conocidos y que ponen al
“trabajo” como epicentro de todo un despliegue metodológico y administrativo
sin precedentes.
Ya en el siglo XXI la tecnología muestra la dimensión más
“abstracta” del trabajo humano y lo aleja de lo manual y tangible que comienza
a confundirse con el resto de las actividades del hombre.
Las ciencias que abordan el tema desde el análisis como la
psicología y sociología tienen tiempos distintos a la tecnología por lo que la
trasformación continua deber ser gestionada con la mejora continua.
En la década de los 70 proliferan las utopías de “calidad
de vida” y esto aún hoy requiere de un ordenamiento de tiempos y espacios en la
vida cotidiana que el amalgamiento de actividades muchas veces lo hacen
dificulto.
De esta manera lo que hoy podemos ver en muchas
organizaciones es la lucha entre la utilización de estereotipos y la definición
de nuevos perfiles, la gestión de personas con mayores necesidades de
equilibrio ocio-trabajo, y también un nuevo concepto de trabajo dentro de la
empresa y fuera de ella mediante el teletrabajo.
La clave está en el diseño de los procesos pero
especialmente en la gestión del día a día.